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20.9.04

Sólo el necio...

Sólo el necio confunde
el valor con el precio.

Quevedo

El precio de un castillo, que no su valor, es el que un comprador esté dispuesto a pagar por la propiedad... y el propietario a venderla, claro. Es relativamente fácil saber en cuánto la vendería el dueño llegado el momento (no basta con preguntarle, claro...), pero cuánto daría por él un comprador "normal", eso ya es harina de otro costal.
Porque no hay nada "normal" en la compraventa de un castillo, ni el vendedor, ni el comprador, ni el castillo...

VALOR Y PRECIO

Valor y precio son dos conceptos estrechamente relacionados, pero distintos como ya avisaba Quevedo cuando decía que “sólo el necio confunde valor con precio”. El precio trata de ser la expresión objetiva del valor.

Es tradicional que en fusiones o adquisiciones el precio que permite cerrar la operación se haya fijado de forma política, al margen del valor calculado por los técnicos. En esta línea, hemos estado asistiendo a un carrera desenfrenada por justificar el precio de muchos productos financieros en base al valor estratégico de la relación con el cliente y que pueden ser, para algunas de nuestras entidades, excesivamente bajos en activo o irracionalmente altos en pasivo (incluso por encima del costo del dinero). No olvidemos que el argumento del valor del cliente fue el principio del fin de la burbuja de Internet. No obstante, bajo este razonable, en apariencia, planteamiento muchas veces se esconde la imposibilidad de hacer coincidir valor y precio.

En un sector tan competitivo como el financiero jugar un papel de precio aceptante (seguidor del líder) no parece una opción sino una necesidad. Cuando esto sucede, se justifica un precio alejado del verdadero valor económico del cliente a través de conceptos tan poco cuantificables como la posibilidad de crear una relación estable y duradera con el cliente o el recorrido potencial en función de su situación socio-económica futura. Pero sólo un precio ajustado al valor económico es el que permite compensar los costes financieros, los gastos generales y la rentabilidad exigida por el capital puesto en juego, es decir, generar rentabilidad en el medio y largo plazo. En consecuencia, la eficiencia juega un papel fundamental en la rentabilización de los precios y tarifas impuestos por la competencia; el precio también es una expresión de la eficiencia.

Las entidades más eficientes desde un punto de vista económico (es decir, las que trabajan con menores costos unitarios) pueden trasladar a los precios esta ventaja competitiva, pero también las entidades más eficientes comercialmente (las que trabajan con una mayor grado de éxito comercial).

El consumidor que identifique qué entidades son más eficientes, o cuáles son las menos, económicamente o comercialmente podrían beneficiarse de los mejores precios del mercado.